El periodismo argentino nació con la revolución. No como un oficio, sino como una trinchera. El 7 de junio de 1810, Mariano Moreno fundó “La Gazeta de Buenos Ayres”, el primer diario del país, para difundir los decretos de la Primera Junta. Pero hizo más: tradujo a Rousseau, denunció privilegios, incomodó al poder. Entendió que una revolución sin relato es una anécdota sin eco.

Dos siglos después, seguimos discutiendo lo mismo. ¿Qué rol tiene el periodismo? ¿Puede ser neutral en un país tan desigual? ¿Debe denunciar, emocionar o simplemente informar? La respuesta nunca es simple. Y el contexto tampoco.

El Día del Periodista no es una fecha vacía. Es un buen momento para revisar quiénes tienen voz, quiénes tienen micrófono y qué intereses circulan por los titulares. Porque, como decía Moreno, “los pueblos deben saber la conducta de sus representantes, y los diarios son los ojos de la patria”.

Hoy, esos ojos están más expuestos que nunca. Y más necesarios también.